Las pallozas de Os Ancares: testigos de una forma de vida única

En las sierras orientales lucenses todavía se conservan importantes muestras de arquitectura popular que ilustran formas de vivir únicas. Este es el caso de las pallozas, viviendas tradicionales de los Ancares donde convivían las personas y el ganado que, junto con el hogar o lareira, contribuia a dar calor, dotando al interior de estas construcciones de una temperatura constante de unos 17º que permitían hacer más llevaderos los duros inviernos.

Tradicionalmente se ha considerado que las pallozas tienen un origen prerromano vinculado a las viviendas castreñas. Desde el punto de vista arquitectónico, las pallozas son fácilmente reconocibles por la forma de su planta, circular o elíptica, y por sus empinados tejados de colmo que evitarían el estancamiento de la nieve sobre la construcción y, por lo tanto, su derrumbe. Además, la paja del tejado permitiría el filtrado del humo del interior, sin necesidad de contar con chimenea para este fin.

La creatividad demostrada por los antepasados de la montaña lucense en el diseño de las pallozas queda patente también en su orientación, con la que se busca el máximo aprovechamiento de las horas de luz, así como en la ausencia de vanos en la construcción para evitar la fuga del calor.

La distribución interior de las pallozas combina zona de vivienda, establo y almacén de paja. En la zona de vivienda destacan como elementos imprescindibles, además del hogar o lareira, el horno para cocer el pan y el dormitorio. Por debajo del nivel de la vivienda se situaría el establo, lo que permitiría el ascenso del calor generado por el ganado, todo un ingenioso sistema de calefacción natural.

Habitadas hasta los años 70, las pallozas son hoy en día un icono de la montaña lucense que se conserva en pueblos como Piornedo en el municipio de Cervantes, donde hoy se pueden visitar reconvertidas en museo. También en la aldea de O Cebreiro, en pleno Camino de Santiago, algunas fueron reconstruidas para su uso turístico. En otros municipios, como Fonsagrada o Navia de Suarna, todavía se conservan algunos ejemplares que perviven como testigos de una vida dura en una época en la que sin embargo, el bullicio de las aldeas y la solidaridad entre sus habitantes hace recordar, con nostalgia, la alegría que caracterizaba los pueblos de montaña.

 

Pallozas